Dicen que Hachishakusama; significa algo así como la dama de 8 pies de altura.

Hachi es 8, Shaku se refiere a una antigua unidad de longitud japonesa y Sama es como señora o dama, usado como título de respeto. 

La leyenda dice que Hachishakusama había estado encerrada hace 4 años, en 4 jizos, pequeñas estatuas que la contenían, pero que una de ellas se rompió y así pudo escapar. 

Estos son los hechos en primera persona la historia de un joven que consiguió sobrevivir al espíritu cuando contaba con apenas ocho años. 

Todos los veranos mis padres me llevaron a casa de mis abuelos, en un pueblecito rural de Japón. 

Allí me sentí libre, una calurosa tarde, mientras descansaba sobre el césped del patio, escuché un extraño sonido. 

No sabía de dónde venía pero como soy curioso por la naturaleza, busqué a mi alrededor. Sonaba como una voz profunda y decía algo así como: 

–Po… popo… popopo… po– 

Como si alguien estuviese consiguiendo hablarse a si mismo. 

Me fijé que encima de los setos había un sombrero de mujer. El sonido venía de allí, el sombrero se movía, era una situación muy rara, no podía ser una persona, ¿cómo podía ser tan alta? 

Me fijé mejor y la vi. Era una mujer extremadamente alta entre las ramas. 

Sus brazos y piernas parecían infinitos, tenía el pelo largo y negro. Apenas se le veía la cara, llevaba un vestido blanco largo que le hacía juego con el sombrero. 
Quise acercarme más pero la mujer se marchó y con ella el insólito sonido. 

Al volver a la casa encontré a mis abuelos tomando el té en la cocina y les conté lo que había visto. No me estaban prestando mucha atención, pero cuando mencioné la altura de aquella mujer y el sonido que hacía, los dos se pusieron pálidos. 

Mi abuela contuvo un grito, el abuelo con cara muy seria, me tomó del brazo y me hizo repetir todos los detalles sobre dónde estaba y cuando sucedió. 

Abuelito salió de la cocina corriendo y llamó por teléfono a alguien desde el pasillo. 

Yo me quedé en la cocina con la abuela, estaba muy asustado, ella temblaba de miedo, el abuelo nos dijo que tenía que salir un momento y le pidió a mi abuela que no me quitase los ojos de encima. 

Cuando pregunté llorando que pasaba, me dijo con tristeza: 

–Hachishakusama se ha fijado en ti. Este espíritu es un ser que busca niños para aprovecharse de ellos porque son más fáciles de engañar. 

Así; cuando un niño es de su agrado; de Hachishakusama, está condenado a morir, ya que este espíritu lo raptará y nunca más se sabrá de él. 

Mi abuelo, decidido a defenderme, fue en busca de una bruja capaz de hacerle frente a Hachishakusama, la bruja me ordenó quedarme en mi habitación. 
Me encerró con llave y me dijo que no debía salir bajo ninguna circunstancia antes de las 7 de la mañana. Pero antes de dejarme sólo colocó en las cuatro esquinas de mi habitación, cuatro cuencos con sal y puso una imagen de buda a la que debería rezar si sentía miedo. 

Me dio un trozo de pergamino y me dijo que debía tenerlo en la mano todo el tiempo.

Pasé la noche completamente solo, escuchando por la ventana extraños ruidos y el ya conocido: 

–Po… popo… popopo… po– 

Que anunciaba la llegada de Hachishakusama. Escuché de pronto la voz de mi abuelo que me preguntaba como me sentía, me decía que si tenía miedo, solo debía abrir la puerta y yo tenía tanto miedo que estuve a punto de abrirla. 

Pero rápidamente recordé lo que me había dicho la bruja y muerto de miedo, me arrodillé frente al buda y recé y recé, aterrorizado y lloroso. 

La sal en los cuencos, se estaba volviendo oscura. Aquella noche fue casi eterna y el golpeteo de la ventana no pausaba. 

Al llegar por fin el día, la sal estaba completamente negra. 

Miré el reloj y vi que ya podía salir, mis abuelos lloraron de felicidad al verme sano y vivo. 

El abuelo sin demora, nos sacó a todos de la casa y me subieron a una furgoneta en medio de ocho hombres del pueblo. La bruja conducía. 
Sentado entre aquellos hombres, todos parientes suyos, me dijeron que aunque tenía graves problemas, sólo debería mantener la cabeza baja y los ojos cerrados, pues sólo yo podía ver a Hachishakusama. 

Pero basta con que a uno le digan que cierre los ojos para abrirlos ¿no? Y fue lo que hice; mantuve la cabeza bajada, pero vi por la ventana y allí estaba ella, flotando al lado del coche, con su vestido blanco. 

Acercó su cara a la ventana y grité y cerré los ojos lo más fuerte que pude, mientras estrujaba el pergamino de la noche anterior. 

–Po… popo… popopo… po– 

Los demás no pudieron verla ni escuchar el escalofriante sonido, pero si pudieron oír cuando repiqueteaba en la carrocería o en las ventanas. 

K-San; que así se llamó la bruja, empezó a rezar tan fuerte que su rezo se convirtió en grito, pero; al cabo de un tiempo, la voz y el golpeteo se esfumaron. 

Y esta es la historia de cómo sobrevivió. 

Nunca jamás pudo regresar a casa de mis abuelos, pues corro el riesgo de que el fantasma me atrape de nuevo y termine lo que dejó inconcluso. 

No se sabe lo que hace con sus víctimas, pero; algunos cuentan que se alimenta de la esencia juvenil de sus presas.